La sonrisa es una expresión, compartida por todas las culturas, que transmite alegría y satisfacción. Es una de las expresiones biológicas más primitivas y no es exclusiva de los seres humanos. Científicos aseguran que si se coloca a una cría de mono enfrente de dos personas, una que le sonríe y otra que no, el animal siempre se irá con la primera.
Sonreímos desde que somos fetos, mientras nos desarrollamos dentro del vientre de nuestra madre y, después de nacer, sonreímos hasta cuando dormimos. Los niños sonríen 400 veces al día mientras que sólo el 33% de los adultos lo hace más de 20 veces. Las mujeres sonríen más que los hombres, quizás porque saben que la sonrisa es un excelente cosmético.
Para sonreír, los seres humanos usamos seis pares de músculos -12 de los 36 que son necesarios para lograr expresiones faciales-. Una sonrisa es un síntoma de felicidad, pero también es una señal de docilidad que usan hasta los primates para transmitirles a los demás de su especie que no quieren conflicto, que no son una amenaza y que pueden relajarse.
Una sonrisa auténtica, de esas que percibimos hasta por teléfono, es evolutivamente contagiosa. Es como un virus, que cuesta poco pero vale mucho, porque activa en quienes nos rodean, por efecto de neuronas espejo, su propio circuito de recompensa. Cuando alguien sonríe, quienes están cerca tienen 25% más probabilidades de ponerse contentos.
Una sonrisa transmite a los demás el mensaje “me agradas”. Es como un pegamento social, que además funciona con gran efectividad como herramienta de comunicación, ya que te abre puertas en las relaciones con el mundo. Sonreír nos acerca al resto de las personas (y de los mamíferos). Por eso, cuando pides algo con una sonrisa, es más fácil conseguirlo.
“A veces tu alegría es la fuente de tu sonrisa, pero otras veces tu sonrisa es la fuente de tu alegría” (*). Cuando sonríes, tu cerebro interpreta que estás contento y libera hormonas del placer –como endorfinas y serotonina-, lo cual te pone de verdad contento, a la vez que reduce tus niveles de adrenalina, cortisol y dopamina, que son las hormonas que te estresan.
Por todo esto y mucho más, recordá que “el día que no sonrías, será un día perdido” (**).
(*) Thich Nhat Hanh | (**) Charles Chaplin.