El cielo es el límite

La vida es ese breve instante que transcurre entre la primera vez que abrimos los ojos, estallamos en un llanto e inundamos nuestros pulmones, y ese segundo final en el que apagamos la luz: juntamos párpados y dejamos que el aire se escurra lento entre nuestros labios. La actitud con la que transitamos día a día ese corto camino nos define.

Si bien la mayoría aprende con el tiempo a caminar, unos cuantos nunca lo logran y viven lamentándose, como si estuvieran condenados a arrastrarse por sus días, con la inquietante esperanza de alguien más les tienda una mano. Por el contrario, un tercer grupo, quizás el más pequeño de todos, elige aprender a volar para salir a buscar sus límites en el cielo.

A veces, para volar no basta con tener alas. El Avestruz, el Ñandú y el Pingüino son solo algunas de las especies de aves que dan fe de ello. Mientras que ciertos insectos, con alas muy pequeñas, alcanzan alturas superiores a los 5,000 metros en sus vuelos migratorios. Sin duda alguna, la determin-acción puede llevarnos más alto que un par de alas.

Porque “el futuro no es porvenir, sino POR TRAER”. Nada que valga la pena sucederá a menos que nos arremanguemos, dispuestos a soñar y a hacer lo que parece imposible para esos que caminan y es inimaginable para los que se arrastran. Pero tampoco basta con tener voluntad, hacen falta preparación, compromiso y foco para lograr lo que nos proponemos.

Y cuando finalmente tenemos ese sueño al alcance de nuestras manos y lo miramos fijo a los ojos en silencio, debemos actuar como si no hubiera una próxima vez, ni una segunda oportunidad. En ese momento sabemos que es “ahora o nunca”. Y como solía decir Henry Ford: “Si crees que puedes, tienes razón. Y si crees que no puedes, también tienes razón”.

Actitud y aptitud, en ese orden, son los ingredientes necesarios para lograr altitud.

Guille Vélez