Qué puedo hacer por vos…

Si estuvieras encerrada en un cuarto pequeño, con una única puerta por la que solo se puede entrar, ¿a quiénes dejarías pasar? Ahora imagínate que ese cuarto es tu vida. En un espacio tan reducido es fácil contagiarte del otro: de su energía positiva, de su alegría, de su bondad y de su optimismo, pero también de todo lo contrario. Entonces, ¿a quiénes dejarías entrar?

Desde chiquita fuiste muy inteligente, pero lamento decirte que tus logros en la vida no dependerán solo de tu inteligencia, de tus talentos ni de tu formación. Vas a necesitar ayuda de otros en ese cuarto y cuántos más y mejores sean esos otros alrededor tuyo, dispuestos a darte una mano, su aliento o un consejo cuando lo necesites, más fácil te va resultar todo. 

Por eso tenés que mantener esa puerta abierta e invertir tiempo en cultivar relaciones. Y al hacerlo, la mejor actitud es “qué puedo hacer por vos”. Tenés dos orejas y una boca, usalas proporcionalmente. Escuchá a la gente, interesate en los demás, ponete a disposición y ayudá siempre que puedas, sin especular ni llevar la cuenta de los favores que hacés.

Sé transparente, sensible, auténtica, genuina… sé vos misma, porque la verdad es siempre el camino más corto. Y nunca dejes de emocionarte, porque mostrar tu vulnerabilidad es un acelerador en la construcción de relaciones, de lazos profundos y duraderos, de conexiones íntimas y reales. El secreto es tener vínculos de calidad, y no cantidad de contactos.

Tu cariño, tu escucha, tu apoyo y tus talentos no se gastan con el uso, así que usalos para ayudar. Te prometo que esa actitud transforma vidas, incluyendo la tuya. Elegí siempre ayudar, porque tu generosidad va a generar reciprocidad y, a la vuelta de la esquina, te vas a encontrar con muchas más personas dispuestas a ayudarte de las que caben en tu cuarto.

Y cuando llegue ese momento, aceptás la ayuda y das las gracias. Tan simple como eso.

Texto inspirado en Keith Ferrazzi e Iván Misner, expertos en networking.